¡EFFETÁ!
Mc
7, 31-37
Tiro y Sidón se
encuentran Líbano. La Decápolis está al este del Mar de Galilea.
En lo que coinciden esas regiones es que son todas ellas tierra de
gentiles en la periferia de Israel. Zonas en donde posteriormente
surgieron comunidades cristianas. Anticipa, pues, la llegada del
Evangelio a los gentiles paganos y la misión de la Iglesia a todas
las naciones.
De hecho, el sordomudo
era un pagano. En el Antiguo Testamento, varias veces se dice que los
paganos son como sordos (embotados, torpes) por su insensibilidad
hacia la palabra de Dios. Is 35, 5-6 anuncia que “los oídos de
los sordos se abrirán” y “cantará la lengua del mudo”. En
nuestro caso, es conducido a la presencia de Jesús por otros. No
puede ir por sí mismo. Hay entonces un encuentro personal, íntimo,
a solas, de Jesús con esa persona. Sólo así puede realizarse
verdaderamente el milagro que transformará la vida y la personalidad
de ese hombre. Tenemos así una descripción de todos aquellos que en
la Iglesia serán conducidos por otros hasta Jesús, para que él les
hable y libere. ¡Cuántos evangelizadores, catequistas y misioneros
han desarrollado y desarrollan este mismo servicio!
El evangelio nos describe
también las acciones de Jesús, que parecen aludir a un exorcismo:
metió sus dedos en sus oídos, como abriendo un camino para expulsar
al demonio, y escupió. En la antigüedad la saliva, especialmente la
de las personas carismáticas, era considerada un remedio
terapéutico. Creían que, al brotar de su cuerpo, contenía poderes
sobrenaturales, que podían ser benéficos o dañinos. Escupir a
alguien tuvo un significado maléfico (a Jesús le escupirán durante
su arresto y juicio), mientras que chupar las heridas era considerado
curativo. Dado que Jesús aparece como alguien dotado de poder
divino, se consideraba que su saliva contenía un poder de curación
y un poder destructor de las fuerzas malignas.
Además, Jesús suspiró.
No está claro el significado de ese suspiro. San Pablo dice que el
Espíritu Santo intercede por nosotros con “suspiros” o gemidos
inefables (Rom 8,26). Como Jesús que “eleva los ojos al cielo”,
en actitud de súplica al Padre.
“Ephphatha” es
palabra aramea, que el evangelista san Marcos conservó en la lengua
original por su creencia en el poder de las palabras de Jesús. Los
oídos del pagano quedaron abiertos para escuchar la palabra de Dios
y su lengua liberada, desatada.
Pasó así a convertirse
en una palabra y un gesto de la liturgia bautismal. El hombre recibe
la revelación de Dios en Jesucristo que le conducirá al bautismo.
De esta forma, queda liberado del Maligno y abierto a la acción de
la gracia en él, por el poder de la Palabra de Cristo y los
sacramentos.
Todo lo hace bien, nos
recuerda la conclusión de la obra de la Creación en el libro del
Génesis cuando Dios vio todo lo que había hecho y era todo muy
bueno. Y también el discurso de san Pedro después de Pentecostés
diciendo que Jesús “pasó haciendo el bien” y curando a los
oprimidos por el diablo. Jesús está creando un mundo nuevo por su
poder que vence al mal.
En los gestos de Jesús,
que la Iglesia ha conservado dentro de la liturgia bautismal, hay un
profundo simbolismo. El hombre, cada uno de nosotros, nos encontramos
incapacitados para escuchar a Dios y al prójimo. Estamos encerrados
en nosotros mismos, sumidos en nuestro pequeño mundo
auto-referencial, sin poder salir de nuestras preocupaciones.
Incluso cuando somos religiosos y hablamos con el Señor en nuestra
oración, no nos ocupamos más que de nosotros, sin abrir nuestros
oídos a los que el Señor nos está diciendo a través de su palabra
y de tantas personas y acontecimientos que son una llamada potente de
Dios. Por eso, tenemos la sensación de estar hablando solos.
Revivir y reavivar la
gracia recibida en el bautismo es quizá la llamada más urgente en
nuestro tiempo. La Iglesia tiene hoy una misión como la de aquellos
que recibieron el Evangelio de san Marcos: llevar de nuevo a los
hombres, sordos y mudos para escuchar al Señor, de modo que puedan
tener un encuentro liberador, íntimo y personal, con Jesucristo. Eso
es lo importante, lo único necesario. Sólo así la Iglesia podrá
ser como recreada en una Iglesia viva y fecunda, en esta vieja Europa
neopagana que languidece y se va entorpeciendo y debilitando
espiritualmente cada vez más.
Don Fernando Llenin Iglesias