sábado, 5 de septiembre de 2015

Evangelio del Domingo 30 de Agosto del 2015



LAS MANOS IMPURAS
Mc 7,1-8.14-15.21-23



Los fariseos fueron un movimiento político-religioso judío que se caracterizaba, entre otras cosas, por realizar una exacta y precisa interpretación de la ley mosaica. Eran de “estricta observancia”. San Pablo, cuando dice que él fue fariseo, se llama a sí mismo “fanático” e “irreprochable” en el cumplimiento de esa ley. Los fariseos eran escrupulosos en el cumplimiento de reglas y normas de pureza, diezmos, observancia del sábado y días santos, matrimonio y divorcio, así como formas propias de oración y de vida comunitaria. Pensaban que sus enseñanzas, aunque no se encontrasen literalmente en el texto bíblico, eran deducibles del mismo.

En Mc 7,1 se narra que “los fariseos y algunos de los escribas procedentes de Jerusalén” se acercaron a Jesús. Jesús y los fariseos coincidían en el deseo de que todo Israel, y no sólo una minoría intelectual y privilegiada o una secta apartada de los demás, cumpliera la voluntad de Dios contenida en la Ley y los Profetas. El debate polémico entre Jesús y los fariseos era más práctico que teórico.

Mc 7, 1-23 es el pasaje evangélico más extenso sobre la disputa de Jesús en relación a las reglas de pureza. Básicamente el texto tiene dos partes: 1-13, referido a las manos impuras y la tradición de los antepasados, y 14-23 sobre la enseñanza de Jesús acerca de qué es lo que verdaderamente hace impuro al hombre, si lo que entra de fuera o lo que sale de dentro.

Los judíos se lavan las manos antes de la oración y oraban antes de comer. Por tanto, debían comer con las manos lavadas. La cuestión era que habían visto a algunos discípulos de Jesús comer con manos impuras o no lavadas. Evidentemente, el responsable de tan impropia conducta sería el mismo Jesús. En su respuesta, Jesús utiliza dos argumentos: les acusa de hipocresía por ser tan observantes en una minucia, mientras se saltan, por ejemplo, un mandamiento tan importante como honrar padre y madre.

Entonces Jesús se dirige a la multitud y no a un grupo selecto y minoritario como los fariseos. A ellos les enseña qué es lo que verdaderamente hace impuro a un hombre: lo que sale de él, lo que brota de su corazón. De ahí surgen las malas acciones, los malos pensamientos y las malas actitudes, que Jesús ejemplifica en lo que se llama un “catálogo de vicios”

La clave de todo está en la consideración del “hombre impuro”. Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda hacerlo impuro (alimentos o adherencias); lo que sale del hombre, sólo eso puede hacer impuro al hombre (su “corazón”).

La polémica de Jesús con los fariseos, sin embargo, tiene su centro en torno a la “tradición de los antepasados”. El comer con manos impuras es sólo la ocasión para la discusión. Es una discusión sobre el valor de las “tradiciones”, frente a lo esencial: los mandamientos. Jesús llama a los fariseos “hipócritas”, actores que fingen cumplir la voluntad de Dios, pero, en realidad, están muy lejos de Él.

Una hipocresía que es la expresión de una profunda enfermedad espiritual. El corazón se ha separado de Dios y han vaciado la palabra de Dios sustituyéndola por tradiciones humanas. Pretenden honrar a Dios sólo con los labios, es decir, con la comida.

Jesús desmonta el criterio neurótico sobre la impureza ritual que dice que tocando una cosa o una mano sin lavar pueda hacer impuro a alguien. Hay ciertamente una fácil perversión religiosa que se muestra obsesiva con prácticas ritualistas o moralismos superficiales que desvirtúan la esencial relación del hombre con Dios y con los demás, centrándose en los externo y superficial. Por eso, Jesús llama la atención con una llamada insistente: “¡Escuchadme todo y entended esto!” Nada es impuro en sí mismo. ¡Dejad los escrúpulos! Lo importante es el “corazón”.

La palabra de Jesús resuena como la palabra de los antiguos profetas. El corazón indica el núcleo esencial de la persona, el centro mismo de donde brotan los pensamientos, los sentimientos, las intenciones y las acciones. La impureza está ligada a la injusticia, a la impiedad, a la falta de amor, a las acciones malas y egoístas.

Don Fernando Llenin Iglesias


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