martes, 30 de junio de 2015

Santa Isabel de Portugal, reina





Isabel era hija de Pedro III de Aragón. Nació en 1271. En el bautismo recibió el nombre de Isabel en honor de su tía abuela, santa Isabel de Hungría. El nacimiento de la niña fue ya un símbolo de la actividad pacificadora que iba a ejercer durante toda su vida, puesto que, gracias a su venida al mundo, hicieron la paz su abuelo, Jaime, que ocupaba entonces el trono, y su padre. La joven princesa era de carácter amable y, desde sus primeros años, dio muestras de gran inclinación a la piedad y a la bondad. Trataba de imitar todas las virtudes que veía practicar a su alrededor, porque le habían enseñado que era conveniente unir a la oración la mortificación de la voluntad propia para obtener la gracia de vencer la inclinación innata al pecado. Desgraciadamente, los padres de familia olvidan esto con frecuencia y acostumbran a sus hijos a desear desproporcionadamente las cosas de este mundo y a satisfacer todos sus caprichos. Ninguna penitencia es más educativa para un niño que la de acostumbrarse a no comer entre comidas, a soportar con paciencia que no se cumplan todos sus deseos y a no complicar la vida a los demás.
La victoria de Santa Isabel sobre sí misma se debió a la educación que recibió en la niñez. A los doce años, Isabel contrajo matrimonio con el rey Dionisio de Portugal. Este monarca admiraba más la noble cuna, la belleza y las riquezas de su esposa que sus virtudes. Sin embargo, la dejó practicar libremente sus devociones, sin sentirse por ello llamado a imitarla. Su virtud característica era la caridad. Hizo lo necesario para que los peregrinos y los forasteros pobres no careciesen de albergue y ella misma se encargaba de buscar y socorrer a los necesitados; además, proveía de dote a las doncellas sin medios.
Fundó instituciones de caridad en diversos sitios del reino; entre ellas se contaban un hospital en Coimbra, una casa para mujeres arrepentidas en Torres Novas y un hospicio para niños abandonados. A pesar de todas esas actividades, Isabel no descuidaba sus deberes, sobre todo el respeto, amor y obediencia que debía a su marido, cuyas infidelidades y abandono soportaba con gran paciencia. Porque, aunque Dionisio era un buen gobernante, era un hombre vicioso. En su carrera pública era justo, valiente, generoso y compasivo, pero en su vida privada era egoísta y licencioso. La reina hizo lo imposible por atraerle a la virtud, pues la entristecían mucho los pecados de su esposo y el escándalo que daba con ellos y no cesaba de orar por su conversión. Su bondad era tan grande, que cuidaba cariñosamente a los hijos naturales de su marido y se encargaba de su educación.
Santa Isabel tuvo dos hijos: Alfonso, que sería el sucesor de su padre y Constancia. Alfonso dio desde muy joven muestras de poseer un carácter rebelde debido, en parte, a la preferencia que su padre daba a sus hijos naturales; se levantó en armas en dos ocasiones y en ambas, la reina consiguió restablecer la concordia. Pero las malas lenguas empezaron a esparcir el rumor de que Isabel apoyaba en secreto la causa de su hijo y el rey la desterró algún tiempo de la corte. La reina poseía realmente un talento muy notable de pacificadora; así, logró evitar la guerra entre Fernando IV de Castilla y su primo, y entre el mismo príncipe y Jaime II de Aragón.


El rey Dionisio cayó gravemente enfermo en 1324. Isabel se dedicó a asistirle, de suerte que apenas salía de la cámara real más que para ir a misa. Durante su larga y penosa enfermedad, el monarca dio muestra de sincero arrepentimiento. Murió en Santarem, el 6 de enero de 1325. La reina hizo entonces una peregrinación a Santiago de Compostela y decidió retirarse al convento de Clarisas Pobres que había fundado en Coimbra. Pero su confesor la disuadió de ello, e Isabel acabó por profesar en la Tercera Orden de San Francisco. Pasó sus últimos años santamente en una casa que había mandado construir cerca del convento que había fundado. La causa de la paz, por la que había trabajado toda su vida, fue también la ocasión de su muerte. En efecto, la santa murió el 4 de julio de 1336 en Estremoz, a donde había ido en una misión de reconciliación, a pesar de su edad y del insoportable calor. Fue sepultada en la iglesia del monasterio de las Clarisas Pobres de Coimbra. Dios bendijo su sepulcro con varios milagros. La canonización tuvo lugar en 1626. Su memoria se celebra el 4 de julio.



Fernando Llenín Iglesias

San Cesidio Giacomantonio, presbítero y mártir




San Cesidio Giacomantonio, presbítero y mártir
Su nombre de bautismo era Ángel. Nació en Fossa, Abruzzo, provincia de Aquila, el 30 de agosto de 1873. Ya desde jovencito a menudo se iba al solitario convento de Ocre, donde reposan los restos del beato Bernardino de Fossa y del Beato Timoteo de Monticchio. Orando ante aquellas urnas sintió germinar en su corazón la vocación religiosa y la idea de la vida franciscana.


El 21 de noviembre de 1891fue recibido en la Orden de los Hermanos Menores, vistiendo el hábito franciscano con el nombre de Cesidio, en memoria de un jovencito mártir. Después de la profesión religiosa, en varios conventos completó sus estudios y fue ordenado sacerdote. Por algún tiempo ejerció el ministerio de la predicación. Luego fue enviado a Roma como candidato a las misiones. Después de que completó su formación misionera, junto con dos cohermanos partió para la China. Al llegar fue acogido con inmensa alegría por el Vicario Apostólico, el obispo Antonino Fantosati. A pesar del ambiente de persecución, en él persistía siempre el gran deseo de predicar, de convertir y de bautizar en el nombre del Señor el mayor número posible. Para esto aprendió bien la lengua china y su apostolado se vio colmado de satisfacciones.


En una carta a sus padres poco antes del martirio, describe su alegría de encontrarse en la China y pide oraciones por la conversión de muchos infieles. Luego añade: «Procuremos hacernos santos, si alcanzamos esta gracia podremos cantar en el cielo el eterno aleluya». El 4 de julio de 1900, la misión donde él se encontraba fue invadida por los bóxeres. El Padre Cesidio corrió a la capilla a consumir el Santísimo Sacramento y luego se enfrentó a la rabia de sus perseguidores. Fue asesinado a golpes de lanza y bastonazos. Tenía solamente 27 años y fue el primer mártir en la persecución de los boxers de 1900. Fue canonizado, con un numeroso grupo de mártires en China, el 1 de octubre del 2000. Su memoria se celebra el 4 de julio


Fernando Llenín Iglesias
Beato Raimundo Llull, mártir

 Es un verdadero Don Quijote el que se nos presenta, animado tan sólo por los propósitos más santos y desinteresados, pero que paga, desde el punto de vista humano, un precio despiadadamente alto por todas sus indiscreciones. Los grandes conceptos que llenaban su cerebro se presentaban claros y nítidos ante él y le ofrecían una visión tan espléndida, que corría hacia ella sin tomarse el tiempo de reflexionar. Los obstáculos que se interponían en su camino eran rebajados, cuando no aniquilados, por el fogoso entusiasmo de su energía.
Raimundo Llull nació en 1232. Al parecer, era el hijo de uno de aquellos jefes militares que, en el primer cuarto del siglo trece, lograron recuperar la isla de Mallorca de manos de sus conquistadores y expulsar de ella a los moros. Raimundo era rico, bien educado, con mucho talento y un gran entusiasmo para realizar sus sueños o sus fantásticos proyectos. La generosidad inagotable y el indomable valor del carácter principal de Raimundo, no dejaba de tener algo de extravagante. Se casó muy joven, pero ni el abnegado amor de su esposa, ni el de sus dos hijos pequeños, una niña y un niño, le apartaron de sus descaradas persecuciones a cualquier cara bonita que se atravesara en su camino. Una noche del año 1263, cuando Raimundo tenía treinta años, se ocupaba en escribir una apasionada misiva a su última conquista, cuando he aquí que repentinamente vio ante sus ojos la figura de Cristo crucificado. La visión fue momentánea pero nítida, y dejó tan profundamente impresionado al joven, que ya no pudo continuar la escritura ni pensar en su amada. Cinco veces se repitió aquella aparición en los momentos y circunstancias más inesperados y, entonces, el corazón de Raimundo se sintió tocado. En un hombre como aquél la conversión tenía que ser total y apasionada. Meditó en el sentido de aquella frase que dice: «no hay amor más grande que el de aquél que da su vida por lo que ama» y, en seguida, sus pensamientos volaron hacia los moros, con los que había convivido siempre, con la idea de conquistarlos para el servicio de Jesucristo. Ahí estaba una causa por la que valía la pena sacrificarlo todo, hasta la vida.
Sin tardanza, partió Raimundo en peregrinación a Santiago de Compostela y a Rocamandour para implorar la gracia y la dirección divinas. Pero a fin de llegar a la renuncia total, se necesitaba una preparación sistemática. Ante todo, tomó las medidas necesarias para que nada les faltara a los que de él dependían y luego hizo la distribución del resto de su riqueza entre los pobres. Después de un período de reclusión y de plegaria, se propuso adquirir los conocimientos indispensables para la cruzada intelectual que pretendía emprender contra la filosofía y la religión musulmanas de Averroes y el Corán. Dedicó nueve años a la cabal adquisición del idioma y los conocimientos.

En 1277, visitó Roma con la esperanza de conquistarse las simpatías del Papa para su proyecto. Diez años más tarde, estuvo en París y de ahí pasó a Génova, ya con miras a descubrir la oportunidad que le llevase al África para comenzar a predicar en Túnez. Fue en Génova donde fracasó su intento para ingresar en la Orden de Predicadores y donde se ofreció a los franciscanos que le aceptaron como terciario. En 1292, se hallaba muy enfermo, pero sanó milagrosamente cuando le transportaban hacia un barco destinado al África. Realizó su sueño de predicar el Evangelio en las calles de Túnez, pero fue por poco tiempo, ya que fue detenido, encarcelado, maltratado y, a fin de cuentas, deportado a Nápoles. Desde ahí lanzó patéticos llamados al Papa Bonifacio VIII, en Roma, y a Clemente V, en Aviñón, a fin de obtener apoyo para su campaña, pero no obtuvo colaboración alguna.
Durante algún tiempo dio conferencias en París y después hizo un nuevo intento para predicar entre los moros y se embarcó hacia la ciudad de Bougie, en las costas de Argelia. Pero una vez más, después de muchas penurias, malos tratos y un cruel encarcelamiento, fue deportado y todavía naufragó el barco en que iba, frente a las costas de Italia. Por segunda vez, se dedicó a dar conferencias en París y, con el tiempo, se las arregló para emprender un tercer viaje al África. En Bougie fue apedreado hasta que sus verdugos le creyeron muerto y le dejaron. Unos marineros genoveses le rescataron aún con vida, pero a bordo del barco que navegaba frente a las costas de Mallorca el 29 de junio de 1316, murió a consecuencia de las heridas.
No obstante que toda la existencia de Raimundo fue una serie no interrumpida de fracasos y desilusiones, su actividad literaria es increíblemente abundante. Se le atribuyen más de trescientos trece tratados diferentes, escritos la mayoría en latín o en catalán, aunque no son pocos los que fueron escritos en árabe.

Los Frailes Menores celebran litúrgicamente la fiesta de Raimundo Lull, el 29 de junio.

Fernando Llenín Iglesias

lunes, 29 de junio de 2015

¡DOCE AÑOS!
Mc 5, 21-43

San Marcos narra unidos dos milagros de Jesús: la curación de una mujer hemorroisa durante doce años y una niña de doce años en estado terminal. Para el judaísmo, las dos son impuras. Una por su desarreglo menstrual y la otra por la muerte. La mujer y el padre de la niña tienen en mente la misma esperanza: la salvación.

La niña era la hija de un Archisinagogo, llamado Jairo, dirigente de la oración en la comunidad judía, que, al parecer, no era contrario a Jesús. Le pide que imponga sus manos sobre ella para que se cure y viva. La imposición de manos es un rito de curación y, por tanto, de salvación. Sólo Dios puede realizar semejante salvación, sólo Él puede salvar y dar la vida.

La muerte es siempre un hecho trágico, pero cuando la muerte llega en la infancia conmociona especialmente. Aunque haya una explicación médica para esa muerte e incluso aunque pudiéramos comprender la muerte de los niños a la luz de la cruz de Cristo, para un padre o una madre es siempre inaceptable. Jairo, como haría cualquier padre, suplica con insistencia y angustiado por la salvación de su hija. Es como una agonía en la que Jairo lucha por la vida de la niña. Jesús accede a la petición de Jairo y va con él

Entre tanto, aparece en escena una mujer que lleva doce años enferma y detiene a Jesús. Las hemorragias de la mujer eran probablemente vaginales y, por consiguiente, según la ley levítica, hacían de ella una mujer permanentemente “impura”, pues la Toráh piensa que la sangre contiene la vida. El Levítico habla de la impureza ritual de las mujeres en su menstruación, tras el parto y aquellas que padecen flujo vaginal. Su contacto podía contaminar a cualquiera, incluyendo a Jesús.

El evangelista dice irónicamente que había sufrido mucho con los médicos de los que no recibió ningún beneficio y sólo consiguió empeorar y arruinarse. Esa mujer había “oído” hablar de Jesús y se acercó a hurtadillas para tocar sólo su manto, creyendo de una forma mágica que el poder de Jesús podía transferirse a sus vestidos. En los Evangelios varias veces mujeres consideradas pecadoras o impuras “tocan” a Jesús con el deseo de ser sanadas o perdonadas. Y Jesús no sólo permite ese “toque”, sino que las despide diciéndoles “tu fe te ha salvado; vete en paz”.

Jesús trata de distinguir quién le había tocado. La mujer ha quedado sobrecogida por la salvación recibida, por la liberación de su tormento físico, psíquico y espiritual. Ella “le confiesa toda la verdad”. Igual que había un “flujo” constante de impureza en la mujer, hay un flujo constante de pureza y salvación / sanación en Jesús. Ella será desde entonces una “hija” de la fe salvadora en Cristo, en quien actúa enérgicamente el poder de Dios.

Los milagros de Jesús están íntimamente unidos a la fe: “tu fe te ha salvado” (lo mismo que a la conversión: “no peques más”). Fe y vida nueva, fe y obras, son indisociables. Los milagros son justamente el signo eficaz de que la gracia actúa real y verdaderamente en la persona; son como un sacramento. Por eso, frecuentemente la salvación y la fe forman parte de las fórmulas bautismales de la Iglesia, sacramento por el que se entra en la paz.

La historia de esta mujer anónima es la historia de muchos cristianos que han experimentado la gracia en su vida personal. Muchos hombres y mujeres anónimos y reticentes a entrar en la “familia” de Cristo, en la comunidad cristiana, han encontrado la valentía y la audacia necesarias para confesar la verdad de la fe.

Mientras Jesús dialoga con la mujer, la hija de Jairo ha muerto. La historia de la niña muerta se parece a la historia de Lázaro muerto. También en esa ocasión Jesús se demora antes de ir a la casa; también entonces dirá que Lázaro duerme; también Lázaro será liberado de los lazos de la muerte y se pondrá a andar.

La liberación de la muerte está en relación con la fe: “no temas, basta que tengas fe”. Frente al alboroto de plañideros, Jesús entra y se pone frente a la muerte con una actitud llena de compasión y de fortaleza. “Talitha koum”, palabras arameas conservadas en el evangelio escrito en griego. Son palabras venerables que provienen de Jesús mismo. Palabras pronunciadas en el ámbito estricto de la intimidad con Jesús, en presencia de sus padres y de los apóstoles, de los tres grandes, Pedro, Santiago y Juan, que acompañan a Jesús en los momentos más transcendentales. Son palabras sacramentales, vivas y eficaces.

“¡Levántate!” es una palabra que evoca la resurrección de Jesucristo a quien Dios Padre levantó de la muerte. Sólo Dios tiene poder sobre la muerte, y ese poder actúa en el mismo Jesús. No sólo en la resurrección final del último día, sino ya desde ahora el contacto con Jesucristo no da una vida nueva y renovada. La muerte y la vuelta a la vida de la niña están íntimamente relacionadas con la muerte y la resurrección del mismo Jesús. En realidad, es como una íntima, misteriosa y profunda unión entre ambos: la niña y Jesús.

La muerte no es el final definitivo, sino un estado de esperanza en la resurrección. La muerte es siempre penúltima. Los plañideros se ríen de Jesús, como se rieron los “intelectuales” ateniense de Pablo cuando les habló de la resurrección. El hombre mundano, el hombre sin fe, en realidad, no ve y no comprende. Su corazón está “entenebrecido” y sólo ve muerte, porque no tiene esperanza.
                                                   D. Fernando LLenín Iglesias
                                                   Parroco , Parroquia San Francisco de Asís


miércoles, 24 de junio de 2015

San Pelayo, mártir
protector de la castidad.

Pelayo era de origen gallego, vivió en los días en que Abderramán III, el más grande de los Omeyas, reinaba en Córdoba. Un tío de Pelayo, Hermogio, obispo de Tui, tras la derrota en la batalla de Valdejunquera, en el 920, fue apresado junto con su sobrino. Después de tres años, el obispo fue liberado, pero dejó al chico como rehén en manos de los moros. Por entonces, el niño no tenía más de trece En ese lapso, se había transformado en un buen mozo alto y fornido, siempre de buen humor, inteligente y fervoroso cristiano que no cejaba en anunciar a cuantos podía el Evangelio de Jesucristo. Las noticias sobre el jovencito Pelayo llegaron a oídos de Abderramán quien le mandó traer a su presencia y le propuso obtener su libertad y hermosos caballos para correr por los campos, así como ropas lujosas, dineros y honores, si renunciaba a su fe y se hacía musulmán.

El Emir quiso también corromperlo en su castidad. Pero Pelayo no se dejó tentar y se mantuvo firme: "Si, oh rey, soy cristiano. Lo he sido y lo seré por la gracia de Dios. Todas tus riquezas no valen nada. No pienses que por cosas tan pasajeras voy a renegar de Cristo, que es mi Señor y tuyo aunque no lo quieras".

De nada sirvieron las amenazas de Abderramán III quién lo condenó a morir. Los relatos varían en cuanto a la forma en que fue ejecutado. De acuerdo con unos, después de haber descoyuntado sus miembros en el potro de hierro, le ataron una cuerda a la cintura y, desde el puente, lo sumergían y lo izaban en las aguas del río, hasta que expiró; otros dicen que fue suspendido de las rejas para recibir el suplicio destinado a los esclavos y criminales, que consistía en ser descuartizado en vida; los miembros despedazados del niño santo fueron arrojados al Guadalquivir.
Sus restos fueron rescatados por los fieles y conservados ocultamente en Córdoba. Más tarde, para evitar profanaciones, fueron exhumados y llevados primero a León y luego a Oviedo para ser sepultados, donde yacen bajo el altar mayor de la Iglesia de las monjas benedictinas, llamadas por eso las “Pelayas”. La historia de san Pelayo se propagó enseguida y ya en el 962 había despertado el entusiasmo de la famosa poetisa Hroswitha (Roswita), abadesa de Gandersheim, quien narró los incidentes del martirio en hexámetros latinos.
Su día en el santoral es el 26 de junio.




martes, 23 de junio de 2015

Comentario del Evangelio del Domingo 21 de Junio

LA TEMPESTAD CALMADA

Mc 4, 35-41

La barca típica de los pescadores de Galilea en tiempo de Jesús era de mediano tamaño y las secciones de proa y de popa solían estar cubiertas. Según nuestra historia, Jesús dormía en un espacio protegido bajo la cubierta de popa, sobre la cual se gobernaba el timón. Junto a la barca donde iba Jesús, el evangelio señala la extraña presencia de “otras barcas”.

En la narración de la tempestad calmada, se nos narra la historia de una apriencia de debilidad de Jesús que aparece cansado, pero que en realidad es el salvador de sus discípulos liberándolos de las fuerzas diabólicas que les amenazan. La narración está centrada en la identidad de Jesús: “¿quién es este?”

Jesús toma la iniciativa de dirigirse a “la otra orilla”, a la Decápolis, al territorio de los gentiles, tierra de paganos, de aquellos que no pertenecen al pueblo santo de Israel. Hay ya en la vida de Jesús una cierta apertura que rompe las barreras cerradas a los extranjeros, a aquellos que no son de los nuestros, que no pertenecen al círculo de una raza, una nación o una religión. El cristianismo es constitutivamente abierto a todos sin distinciones. Como dirá san Pablo, hombres de toda lengua, pueblo, raza y nación; judíos y griegos, esclavos y libres, hombres y mujeres. Hacia todos, absolutamente todos, se dirige Cristo.

Esta historia evoca la historia de Jonás, que fue enviado por Dios a los gentiles ninivitas para llamarles a la conversión y salvarlos. Jonás se negó huyendo en una nave de Tarsis (cerca de la actual Cadiz) para no cumplir la voluntad divina. Pero una tempestad en medio del mar hace que sea devuelto aprisionado en el “gran pez” y superar así su resistencia. En este caso, en cambio, Jesús, al contrario que Jonás, toma el mismo la iniciativa de ir a tierra de gentiles. El grupo que va con Jesús en la barca es un símbolo de la Iglesia. Una Iglesia siempre abierta a todos, donde caben todos. Una Iglesia que no es enemiga de nadie ni rechaza a priori a nadie.

La tormenta y la tempestad que se abate contra la barca amenazando con hundirla evocan la situación de la Iglesia en la que vive san Marcos, viviendo en medio de una gran tribulación, con la tormenta de la guerra interna y la persecución externa de Nerón. Los cristianos de la comunidad de san Marcos debían sentirse como los que iban en aquella barca. La tormenta marina es un símbolo apocalíptico de los terrores del fin de los tiempos. Así también la persecución experimentada por la Iglesia aparece relacionada con su misión hacia todos los hombres, saliendo de sí misma “hacia la otra orilla”.

Jesús increpó al viento, una palabra que suele usarse en el contexto de los exorcismos. Lo mismo ocurre con las palabras que Jesús dirige al mar: “¡Cállate! ¡Enmudece!”, las mismas que Jesús dirige a un espíritu impuro en 1, 25. El mar aparece personificado, recogiendo el lenguaje mítico del antiguo Oriente Próximo. Pero en la Biblia Dios siempre se muestra como aquel cuyo poder omnipotente domina sobre toda la creación. El poder sobre el mar constituye en el Antiguo Testamento una prerrogativa exclusiva de Dios y también al Mesías esperado.
En la literatura antigua abundan los relatos de rescates milagrosos en el mar. Unas veces es un dios el que rescata a los que están en peligro; otras es el poder numinoso de una persona presente en el barco quien obra el milagro. Jesús demuestra que posee el poder soberano sobre el mar que simboliza el poder del mal. Al fin y a la postre la Iglesia ve en las persecuciones la manifestación de la hostilidad de Satanás contra Jesucristo. La Iglesia cree en Jesucristo como aquel que es igual a Dios Padre, de manera que experimenta el rechazo de los judíos que la considera blasfema y el rechazo del poder romano al negarse a venerar al emperador como un ser investido de poder divino.

Jesús pregunta reprochando a los discípulos si todavía no tienen fe, dando así a entender que en el futuro sí tendrán esa confianza y seguridad fundamental en el cuidado providente de Dios, la misma confianza que Jesús mostraba al dormir tranquilamente en medio de la tormenta. Una fe y confianza que llegarán a tener “en” Jesús como el Todopoderoso, capaz de calmar todas las tempestades y persecuciones amenazadoras, pero que todavía no tienen.

Finalmente, los discípulos “temieron con un gran temor”. En la Biblia suelen aparecer dos tipos de temor. Uno es el miedo que tienen a la tormenta, que los hace reprensibles por su cobardía; el otro es la respuesta normal, el sobrecogimiento ante la manifestación de lo divino.

La Iglesia confía en que el poder del infierno no la derrotará. Después de más de 70 años de propaganda y educación atea en los Estados comunistas, la fe cristiana, por así decir, ha resucitado de la postración en la que se encontraba. No, las persecuciones externas no pueden contra la Iglesia, aunque temporalmente parezca que desaparece. Al contrario, de los mártires renace y surge siempre una Iglesia más viva.

Lo que sí puede hundir a la nave de la Iglesia es la corrupción interna, es una iglesia secularizada y mundanizada, que siga los dictados de los poderes de este mundo o de la ideología o de la mentalidad dominante en una determinada sociedad y según la moda de los tiempos. El escándalo de los cristianos corroe por dentro y conduce a la muerte o a una debilidad extrema, haciéndola fácil presa de aquellos que no conocen a Cristo o no conocen la vida de gracia interior. Esa debilidad interior lleva a la apostasía. Sólo que la fe cristiana no será sustituida por un ateísmo colectivo, sino paradójicamente por otra religión que arrase hasta el cimiento.


lunes, 22 de junio de 2015

AVISO PARA CATEQUISTAS

Hemos recibido esta carta de

DELEGACION DE CATEQUESIS
ARCIPRESTAZGO DE OVIEDO

Queridos catequistas:
Ya hemos completado un ciclo más y llega el tiempo de unas merecidas vacaciones. Pero antes de  dispersarnos,  permíteme invitarte a un encuentro de  final de curso para todo nuestro Arciprestazgo. Daremos gracias a Dios por lo vivido y rezaremos  por la tarea que aún nos queda por delante.

DÍA 26 DE JUNIO
EUCARISTÍA 20,15 PARROQUIA SAN FRANCISCO DE AÍS  (Plaza la Gesta)
A continuación un rato de fraternidad, compartiendo lo que traigamos (para degustar) en el colegio de las Dominicas. . Lo que aportéis podéis dejarlo media hora antes en el Colegio.
Nos vemos el 26. Un saludo muy cordial

Juan José  Llamedo  González
Este viernes, día 26, las intenciones de la Misa de 7,30 serán por todos los difuntos del mes de Junio de la Parroquia

jueves, 18 de junio de 2015

Semana Diocesana de la formación



Para saber dar razón de nuestra fe y esperanza lo primero que se nos pide es tener una formación   cristiana adecuada (a nuestra edad circunstancia y responsabilidad). Hoy no podemos dar     determinadas batallas desde una ignorancia religiosa y teológica incomprensibles, porque <<la   síntesis entre cultura y fe no es sólo una exigencia de la cultura, sino también de la fe. Una fe que n se hace cultura es una fe no plenamente acogida, no totalmente pensada, ni fielmente vivida>>


En el signo de la fe, anunciar la Buena Noticia, 42
Exhortación Postsinodal
Fr. Jesús Sanz Montes, O.F.M.
Arzobispo de Oviedo 

Este lunes, 8 de junio, dio comienzo el plazo de matriculación para la Semana diocesana de formación, plazo que se prolongará hasta el próximo lunes, 22 de junio. Este año, los días elegidos para celebrar este encuentro anual serán el miércoles y jueves, días 2 y 3 de septiembre, y el miércoles, jueves y viernes, 9, 10 y 11 del mismo mes. En esta ocasión, la Semana queda partida en dos al caer el Día de Covadonga en martes 8 de septiembre.
Serán, en total, 13 los cursos que se ofertarán, y versarán sobre muy diversas materias, desde Arte, hasta Psicología, Cine, Nuevas Tecnologías, Doctrina de la fe, África o formación o voluntariado. Estos cursos están abiertos a todos aquellos laicos y miembros de la Iglesia en Asturias que deseen formarse y ampliar sus conocimientos sobre uno o varios temas de los que se ofrecerán en esta tradicional Semana. 

En esta ocasión, además, se ha creado una página web http://www.semanadeformacion.es donde podrán consultarse los cursos que se ofertarán, y además donde podrá hacerse la inscripción on line. El año pasado, fueron alrededor de 600 las personas que participaron en la Semana diocesana de formación, que también tuvo lugar en el mes de septiembre, en su mayoría profesores y catequistas.

lunes, 15 de junio de 2015

Audición de violín

El 11 de Junio del 2015 hubo una audición de alumnos de la Escuela Municipal de Música de Oviedo en el salón parroquial impartida por el profesor Saúl Suaréz Lobo


domingo, 14 de junio de 2015

Comentario del Evangelio del Domingo 14 Junio 2015

LA SEMILLA
Mc 4, 26-34




El Reino de Dios se compara con la semilla que crece por sí sola y que, siendo muy pequeña en apariencia posee un inmenso dinamismo, que desborda el control y la comprensión del hombre, al igual que el agricultor siembra pero no controla el crecimiento de la cosecha. Nosotros hemos de sembrar la palabra, pero sólo Dios conoce cómo crecerá y dará fruto. Dios es el Señor del tiempo y de la historia, hasta que llegue el día de la siega, la Segunda Venida que la Iglesia espera.

El tiempo está dividido en “tiempos” (sembrar, germinar, crecer, madurar, segar) dirigidos por Dios en una progresión en el que cada “tiempo” tiene su carácter y significado, hasta que se llegue al tiempo de la siega. El agricultor sólo tiene que sembrar la palabra y Dios la hacer germinar y llegar a su sazón. Hubo un tiempo que correspondió al ministerio histórico de Jesús; ahora, después de Pentecostés, estamos en el tiempo de la Iglesia, en la que la semilla germina y va creciendo. La Iglesia no es el Reino de Dios consumado, sino su germen y crecimiento en el mundo. Finalmente, llegará el “eschaton” cuando Cristo retorne victorioso “cuando la condición del fruto lo permita”. Los acontecimientos, por así decir, van llenando el tiempo hasta que llegue el fin irrevocable. Pero antes los cristianos han de sufrir y ser perseguidos, como lo fue el mismo Cristo, y el Evangelio ha de predicarse a todas las naciones.

Muchas cosas han de suceder, pero todavía no es el fin (Mc 13,7). La consumación de la Iglesia en la gloria no sucederá sin grandes pruebas. Es más, antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes. La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra desvelará el “Misterio de iniquidad” bajo la forma de una impostura religiosa al precio de la apostasía de la verdad. La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un seudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en carne.

Esta impostura del Anticristo aparece esbozada ya en el mundo cada vez que se pretende llevar a cabo la esperanza mesiánica en la historia, sobre todo bajo la forma política de un mesianismo secularizado, “intrínsecamente perverso”. El Reino de Dios no se realizará, por tanto, mediante un triunfo histórico de la Iglesia, sino por una victoria de Dios mismo sobre el último desencadenamiento del mal. (Catecismo nn. 675-677).

La parábola de la semilla de mostaza compara el Reino de Dios con la palabra que, a pesar de su aparente insignificancia, esconde una inmensa potencia. Es “la más pequeña”, es humilde y, precisamente por eso, crece y crece. De modo que las aves anidan en ella, significando a la multitud de todas las naciones, que encuentra en ella morada.

La semilla del grano de mostaza pone de manifiesto la debilidad y aparente insignificancia de la Iglesia, enfrentada a la hostilidad social y al poder de este mundo, pero posee una potencia inmensa, tanto que todo tipo de personas pueden encontrar en ella su “morada”. De modo paradójico recoge la imagen oriental del árbol cósmico para describir un imperio mundial. El Evangelio se va proclamando y sembrando en todas las naciones y muchos, una multitud innumerable, se convierten en discípulos de Cristo, en cristianos.

sábado, 13 de junio de 2015

                                                                        Oviedo  13 de Junio 2015

!Estamos de fiesta !
Hoy sábado, celebramos la festividad de San Antonio de Pádua 
A las 7.30 Misa
Cantará el coro de la Parroquia
A su finalización se bendecirá el pan de los pobres y se repartirá junto con  vino
También se bendecirá a todos los niños que estén presentes en recuerdo de aquellos que anunciaron a los paduanos " e morto il santo"
!Os esperamos !