domingo, 14 de junio de 2015

Comentario del Evangelio del Domingo 14 Junio 2015

LA SEMILLA
Mc 4, 26-34




El Reino de Dios se compara con la semilla que crece por sí sola y que, siendo muy pequeña en apariencia posee un inmenso dinamismo, que desborda el control y la comprensión del hombre, al igual que el agricultor siembra pero no controla el crecimiento de la cosecha. Nosotros hemos de sembrar la palabra, pero sólo Dios conoce cómo crecerá y dará fruto. Dios es el Señor del tiempo y de la historia, hasta que llegue el día de la siega, la Segunda Venida que la Iglesia espera.

El tiempo está dividido en “tiempos” (sembrar, germinar, crecer, madurar, segar) dirigidos por Dios en una progresión en el que cada “tiempo” tiene su carácter y significado, hasta que se llegue al tiempo de la siega. El agricultor sólo tiene que sembrar la palabra y Dios la hacer germinar y llegar a su sazón. Hubo un tiempo que correspondió al ministerio histórico de Jesús; ahora, después de Pentecostés, estamos en el tiempo de la Iglesia, en la que la semilla germina y va creciendo. La Iglesia no es el Reino de Dios consumado, sino su germen y crecimiento en el mundo. Finalmente, llegará el “eschaton” cuando Cristo retorne victorioso “cuando la condición del fruto lo permita”. Los acontecimientos, por así decir, van llenando el tiempo hasta que llegue el fin irrevocable. Pero antes los cristianos han de sufrir y ser perseguidos, como lo fue el mismo Cristo, y el Evangelio ha de predicarse a todas las naciones.

Muchas cosas han de suceder, pero todavía no es el fin (Mc 13,7). La consumación de la Iglesia en la gloria no sucederá sin grandes pruebas. Es más, antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes. La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra desvelará el “Misterio de iniquidad” bajo la forma de una impostura religiosa al precio de la apostasía de la verdad. La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un seudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en carne.

Esta impostura del Anticristo aparece esbozada ya en el mundo cada vez que se pretende llevar a cabo la esperanza mesiánica en la historia, sobre todo bajo la forma política de un mesianismo secularizado, “intrínsecamente perverso”. El Reino de Dios no se realizará, por tanto, mediante un triunfo histórico de la Iglesia, sino por una victoria de Dios mismo sobre el último desencadenamiento del mal. (Catecismo nn. 675-677).

La parábola de la semilla de mostaza compara el Reino de Dios con la palabra que, a pesar de su aparente insignificancia, esconde una inmensa potencia. Es “la más pequeña”, es humilde y, precisamente por eso, crece y crece. De modo que las aves anidan en ella, significando a la multitud de todas las naciones, que encuentra en ella morada.

La semilla del grano de mostaza pone de manifiesto la debilidad y aparente insignificancia de la Iglesia, enfrentada a la hostilidad social y al poder de este mundo, pero posee una potencia inmensa, tanto que todo tipo de personas pueden encontrar en ella su “morada”. De modo paradójico recoge la imagen oriental del árbol cósmico para describir un imperio mundial. El Evangelio se va proclamando y sembrando en todas las naciones y muchos, una multitud innumerable, se convierten en discípulos de Cristo, en cristianos.

1 comentario:

  1. Al final, sólo cuenta lo que damos, lo que ponemos, no el éxito ni los aplausos. Cuenta el amor entregado, sembrado, enterrado.

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